viernes, 24 de febrero de 2012

ESTRÉS

LA ENFERMEDAD DE LA PRISA
Todos conocemos a este conejo, el que iba a todas partes corriendo con reloj en mano, haciendo mil cosas y sin poder dar a basto a todas ellas.
En esta atmósfera del continuo agobio está inmersa nuestra sociedad y por lo tanto, la gran mayoría de las personas actualmente. Todas ellas con un sin fin de obligaciones: familiares, laborales, vitales... y sin más tiempo que 24 horas para poder realizarlas todas y por supuesto, con la carga añadida de hacerlas bien. Esta sobrecarga ha conducido a la conclusión evidente de que no se puede abarcar todo y pretender también, conseguir una satisfacción de haber conseguido un buen resultado, no por lo menos, en todas las áreas. 
Este síndrome lleva consigo un alto nivel de ansiedad y estrés porque la persona se siente cada vez más desbordada por todo aquello que tiene que hacer a diario, lo cual se traduce en síntomas físicos, como problemas digestivos o trastornos de sueño y una mala calidad de vida. Lo más alarmante de todo ello es la desconexión total de las emociones, de cómo nos sentimos física y anímicamente hasta llegar a un agotamiento profundo y a una falta de vivencia personal.
Todo esto se debe, en muchas ocasiones, al ritmo vertiginoso que la sociedad ha activado, que parece no frenar y contagia a la imposibilidad de relajarse. 
En una gran mayoría de los casos, es debido, por una falta de organización que hace que se vaya atendiendo a diversas actividades a medida que éstas van surgiendo, llegando a consecuencia, a sentir una falta de control sobre nuestro tiempo. Otras, es debido a la falta de habilidad social a decir que NO, y aceptar más obligaciones de las que podemos hacer frente. 
Todo ello, repercute no sólo, físicamente, anímicamente a uno mismo, sino también, a la calidad de las relaciones o incluso, a la ausencia de ellas, por falta de tiempo. Ya no da tiempo a sentirse bien, ya no da tiempo a mil cosas que se sienten hacer pero sin embargo, si existe perenne la presión porque se hagan al ritmo obligado establecido socialmente. 
PARA EVITAR LLEGAR A ESTE PUNTO, O INCLUSO RETROCEDER SI YA SE ESTÁ EN ÉL, Y PODER ASÍ RECONECTAR NUESTRAS EMOCIONES, DEBEMOS SABER CÓMO NOS SENTIMOS FÍSICA Y MENTALMENTE, Y REORGANIZAR NUESTROS OBJETIVOS Y PRIORIDADES A FIN DE CONSEGUIR UNA MEJOR CALIDAD DE VIDA LO CUAL NO QUITA NO CUMPLIR CON NUESTRAS OBLIGACIONES. 
Es importante saber detectar también, que el hecho de realizar muchas actividades supone el confort psicológico de algunas personas, éstas, quizá no sepan afrontar su vida más allá de las obligaciones que se han marcado durante tanto tiempo de su vida.


La filosofía Slow consiste en un principio muy sencillo: hay que darle a cada cosa/ momento/ tarea el tiempo y la concentración que necesita y merece. Se trata de hacer las cosas bien, en vez de hacerlas rápido. De favorecer la calidad antes que la cantidad en todo. Se busca un equilibrio entre la rapidez y la lentitud. No se trata de hacerlo todo a paso de tortuga, eso sería una pesadilla tan fea como la de hacerlo todo a paso de liebre, se trata de reaprender el arte de cambiar de marchas, de hacer cada cosa a su tiempo justo”, explicó Carl Honoré, autor canadiense del best seller mundial Elogio de la Lentitud y el mayor referente internacional del Movimiento Slow. 
Esta filosofía no es falta de eficacia sino un aporte de equilibrio.